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Salvador prohíbe expulsar a jóvenes embarazadas de las escuelas

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Tras casi cinco años de discusión en la Comisión de Cultura, la Asamblea Legislativa de El Salvador introdujo enmiendas a la Ley General de Educación que prohiben expulsar a adolescentes embarazadas de las escuelas, sean públicas o privadas.

Tras casi cinco años de discusión en la Comisión de Cultura, la Asamblea Legislativa de El Salvador introdujo enmiendas a la Ley General de Educación que prohiben expulsar a adolescentes embarazadas de las escuelas, sean públicas o privadas.

Con 57 votos a favor, seis en contra y tres abstenciones, la Asamblea aprobó el 26 de mayo que la expulsión de los centros educativos de las jóvenes que se queden  encinta es una violación de los derechos a la educación y a la igualdad establecidos por la Constitución. Pactó, además, que son inadmisibles otras formas de discriminación hacia las alumnas en embarazo, como prohibirles llevar el uniforme escolar, por ejemplo.

Los promovedores de la nueva legislación acentúan que este tipo de actitudes, aparte de impedir a las jóvenes el acceso a educación, les estaba causando daños sicológicos muy profundos. Una medida como prohibir llevar el uniforme a una niña embarazada subrayaba que es diferente a sus compañeras y le hacía sentirse emocionalmente trastornada, y eso en el momento en el que precisamente necesita más apoyo.

Acentúan que la reforma no da “luz verde a las jóvenes para que salgan embarazadas", sino que servirá "para generar condiciones para una verdadera educación sexual” que permita a las jóvenes tomar decisiones adecuadas.

Hasta el momento, los colegios tanto públicos como privados, tenían permitido estipular en sus reglamentos particulares la posibilidad de expulsar a una alumna que se hubiese quedado embarazada.

Los opositores de las enmiendas a la ley consideraron la reforma un doble mensaje a los jóvenes que contribuirá a elevar el número de embarazos adolescentes. Según ellos, podrá quitar algunas de las barreras limitativas y dar un mal ejemplo a otras jóvenes. 

Las discusiones sobre el tema en la Red se inclinan más a favor de la reforma. Argumentan que un embarazo no impide la continuación de los estudios y, además, ver las dificultades reales con las que se enfrenta una niña en esta situación contribuirá a que sus compañeros de escuela tomen conciencia del problema y no cometan el mismo error. 

Según la cifra del Ministerio de Salud de El Salvaror, desde principios de 2011 en el país se registraron 1300 partos de adolescentes de entre 14 y 19 años de edad. En los últimos años la cifra promedia de los alumbramientos entre las adolescentes salvadoreñas es 81 por cada mil mujeres jóvenes, según eAtlas, el Banco Mundial de los Objetivos del Milenio.

Mientras tanto, el índice más alto entre los países latinoamericanos en este aspecto se encuentra en Nicaragua: 113 partos por cada mil adolescentes, mientras que uno de los índices más bajos esta en Cuba: 47 cada mil mujeres menores de 19 años. En Puerto Rico la tasa es la misma, y en EE. UU. algo más baja (durante los últimos años no suele superar 40). Para comparar, en Europa las cifras son muy distintas: en Portugal se trata de entre 12 y 14 partos cada mil niñas adolescentes, mientras que en España el promedio es 9.  

En conformidad con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año en el mundo dan a luz unas 15 millones de adolescentes y 4,4 millones más se someten a abordos, el 40% de los cuales son inseguros. Según informan observadores internacionales, las tasas tan altas se deben mayormente a la desinformación sobre métodos anticonceptivos y a la falta de una adecuada educación sexual en las escuelas. Otra causa es el escaso diálogo entre padres e hijos sobre este tema, que en gran parte sigue siendo tabú.

Según revelan las encuestas realizadas en diferentes años en los países de América Latina y el Caribe, la gran mayoría de las adolescentes que se quedan embarazadas abandonan las escuelas —entre un 58% y un 72%—. Muchas lo hacen por decisión propia, o mejor dicho, por el ambiente que se genera alrededor de ellas tras conocerse la noticia. El porcentaje de las que se vieron obligadas a hacerlo porque la escuela no lo aceptó es mucho más bajo: suele variar entre un 4% y un 6%, al igual que el número de las que lo hizo por indicación de sus padres. Lo que llama más la atención es que en muchos casos —hasta 15%, según la cifra oficial— las jóvenes dejan de estudiar por prescripción médica, cuando los doctores les recomiendan el reposo.

La estadística revela que los problemas de salud no son pocos en las madres adolescentes. Estas corren mayor riesgo de ganar poco peso durante el embarazo, sufren hipertensión, anemia y desproporción cefalopélvica. La mortalidad materna entre las adolescentes es 2,5 veces mayor que entre las mujeres de 20 a 24 años.

Los hijos de las madres jóvenes también suelen sufrir problemas de salud muy graves. Corren un riesgo dos veces mayor de tener poco peso al nacer —menos de 2,5 kilos— y tres veces mayor riesgo de morir en los primeros 28 días de vida. También tienen un 28% más de probabilidades de morir durante sus primeros 5 años de la vida que hijos de las madres de entre 20 y 29 años de edad.

Estos problemas son consecuencia de las condiciones en las que suelen criarse. En particular, la pobreza, los cuidados deficientes y una utilización menor y más tardía de los servicios de salud. En la mayoría de los casos, el factor clave no es siquiera el bajo nivel socioeconómico, sino la inmadurez física y, aún más, emocional de la madre, lo que desemboca en hábitos inadecuados relacionados con la salud (la práctica errónea de nutrición o tabaquismo, por ejemplo) y la falta de atención prenatal.

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