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Drama familiar: "¡Me cambiaron a mi hija!"

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Cada ser humano nace con su propio destino pero ¿qué pasa si alguien lo cambia por equivocación? En la provincia de Cheliábinsk, situada en los Urales, dos niñas de doce años descubrieron que vivían con padres que no eran las suyos. El choque emocional fue tan grande para ambas familias que sin s
Drama familiar: "¡Me cambiaron a mi hija!"

Cada ser humano nace con su propio destino pero ¿qué pasa si alguien lo cambia por equivocación? En la provincia de Cheliábinsk, situada en los Urales, dos niñas de doce años descubrieron que vivían con padres que no eran las suyos. El choque emocional fue tan grande para ambas familias que sin saberlo eran padres adoptivos y también...¡vecinos!

“Verla por primera vez fue un golpe fuerte”, recuerda Yulia Beliáeva, madre biológica de Ana, una de las chicas. “No se puede describir con palabras. Quería agarrarla y correr para que nadie pudiera atraparme.”

El caso salió a la luz cuando una de las parejas se divorció. El padre se negó a pagar la manutención de la hija ya que insistía en que no se parecía a él. El resultado de un examen de ADN fue más que una sorpresa.

“Nunca pensé que mi hija se iría…” dice Naymat Iskandérov, padre biológico de Irina, la otra chica. “Nunca me habría imaginado que mi hija estaba con otra familia o que pudiera vivir con otros familiares.”

Irina y Ana no solo han crecido en distintas familias, sino que profesan diferentes religiones y han sido instruidas en diferentes sistemas educativos y con valores distintos. Ana vivió en un hogar musulmán y sus padres son divorciados, así que tardó varios meses en acostumbrarse a su madre biológica. Irina, por su parte, tras un largo tiempo pudo llamar “papá” a Naymat. Y aunque ambas se ha hecho amigas, compiten por el amor de sus padres.

“Verá, es lo que le digo: se trata de celos”, continúa Yulia Beliáeva. "Si abrazo a una, la otra enseguida se siente ofendida, ¿ve?”

La corte no puede castigar por vía penal al centro de maternidad responsable por esta gran negligencia, ya que se ha cumplido el plazo de prescripción. Sin embargo, el tribunal dictaminó una compensación cercana a los 200 mil dólares estadounidenses. A pesar de esta pequeña victoria, los padres entienden que esto solo es el inicio de un largo y difícil camino. No pueden dividirse a las hijas y a la vez ambas familias se muestran decididas a cuidar de ambas.

“Intentaremos (como queríamos) construir dos casas cerca para ver cómo viven nuestros hijos y para tomar parte en su educación. Lo más importante es que sean amigas y no riñan”, concluye Beliáeva.

El dinero podría ser suficiente para construir dos hogares pero nunca compensará a los padres por tener que cambiar los recuerdos de infancia: la primera palabra, los primeros pasos, el primer día en la escuela. Ahora, solo les queda aprender a convivir de otra manera y asumir que hay un destino que irremediablemente siempre tiende a cumplirse.

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