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Sociedad

Una vivienda digna, el sueño inalcanzable de millones de familias trabajadoras de Brasil

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Millones de familias en Brasil viven en campamentos comunitarios. Y aunque diferentes programas sociales, como Mi Casa Mi Vida, intentan ayudar, todavía son muchos los que permanecen en la calle.
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"Somos 200 personas en este campamento. Las familias traen agua, leña para hacer fuego, alguien trae arroz, azúcar, café, y de esta forma nunca nos faltan los alimentos básicos", cuenta a RT una vecina del lugar, Luzinete.

Algunos de ellos no se quejan. El característico humor brasileño les impide darse por vencidos. Aunque muchos ya están acostumbrados a vivir con ello, han decidido luchar para defender sus derechos.

Maria das Dores, coordinadora del Movimiento de los Trabajadores sin Techo (MTST), explica que esta asociación lucha por los derechos de la clase trabajadora. "Todo el mundo se merece una casa, ya que la vivienda es el sustento de la familia y la gente va a luchar por ella", sostiene.

Este movimiento nació a finales de los años 90. Organiza protestas en las grandes ciudades a lo largo y ancho del país. Ocupa terrenos ingentes para concienciar al pueblo e influir.

 

"Según la constitución brasileña, la vivienda es un derecho social. El salario mínimo en Brasil es de unos 600 reales y el alquiler de una vivienda en un barrio de clase media está sobre los 600-700 reales, que es todo lo que ganan. Y de comprar una vivienda ya ni hablamos", relata Guillerme Simões, coordinador del MTST.
 
Además, en los últimos años, con la organización del Mundial de fútbol y de los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Brasil en el 2016, los precios no dejan de subir. Y el Estado tampoco se queda de brazos cruzados.

Los trabajadores sin techo han prometido organizar manifestaciones menos vehementes como respuesta a algunas concesiones del Gobierno. De hecho, las autoridades de Brasil se han comprometido a ampliar el programa Mi Casa Mi Vida, una iniciativa de construcción de viviendas destinadas a personas con pocos recursos. Sin embargo, los coordinadores del movimiento de trabajadores afirman que esa medida no es suficiente y que aún son muchas las familias que siguen en la calle.  
 
Es un hecho palpable que durante el Gobierno de Da Silva y de Rousseff los salarios de los trabajadores han aumentado, pero el coste de vida también ha crecido, así que el incremento de los salarios no supone ninguna mejora en la vida de los trabajadores. Hasta que no se encuentre una solución, los subempleados y los explotados llenarán cada vez más zonas de los suburbios de las metrópolis brasileñas.   
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