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Las víctimas que no les interesan a los "defensores" de derechos humanos

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Las víctimas que no les interesan a los "defensores" de derechos humanos
Era miércoles 14 de marzo de 2014 y Yendri Velásquez cumplía 3 meses de casada por el civil con el capitán de la Guardia Nacional Bolivariana, Ramzor Bracho. Ese miércoles hablaron por teléfono hasta las 12:40 del mediodía cuando él la llamó para decirle que había visto un lindo apartamento a donde podían mudarse. Una hora después de esa llamada, que tanta felicidad le produjo, Yendri sintió un escalofrió en su cuerpo, un mal presentimiento la invadió de repente. Esperó un rato y volvió a llamar a Ramzor, pero él no contestaba, intentó tantas veces comunicarse con él que se quedó sin baterías en su celular.  Un par de horas después, ya en su casa, Yendri recibió una llamada, era la esposa del mejor amigo de Ramzor quien le dice: “Ramzor fue herido tratando de contener las guarimbas”.  
 
Ese miércoles, el estado Carabobo, en el centro-norte del país, estaba bajo el asedio de los grupos radicales de la oposición, un sector compuesto en su mayoría por las clases más adineradas de Venezuela, que siguiendo las instrucciones del dirigente Leopoldo López salieron con extrema violencia y odio a exigir la renuncia del Presidente Nicolás Maduro. Fueron días en los que el odio, la intolerancia y la barbarie se tomaron las calles de Venezuela con barricadas, guayas de púas que los opositores colocaban en las avenidas para asesinar a los motorizados que tildaban de chavistas, se disparaban desde los edificios a cualquiera que intentara desmontar las barricadas y se incendiaban vehículos, viviendas, universidades, guarderías, comercios de todo aquel que no acatara su plan de derrocar a Maduro.
 
El capitán Ramzor Bracho, de 36 años de edad, formaba parte de uno de los grupos de la Guardia Nacional que tenía la orden de contener a los grupos violentos para garantizar la paz y la estabilidad en el país. Pero era tanto el nivel de violencia que se vivía en las calles del Estado Carabobo durante esa tarde, que Ramzor recibió la orden de sus superiores de permanecer dentro de los vehículos militares hasta que se calmara la situación. Bracho acató la orden hasta que vio que un compañero de él cayó abatido en la mitad de la calle por un opositor que le disparó desde un edificio cercano. Fue en ese momento cuando Bracho saltó del vehículo para rescatar a su compañero. No alcanzó a alzarlo en sus brazos cuando un tiro certero de la oposición le atravesó el pulmón y el corazón. Bracho murió en el acto.
 
“Recibí una nueva llamada y era mi hermano de crianza, el mismo que 17 años antes me presentó a Ramzor. Le dije ¿qué pasa? ¿qué hago? Me respondió: ‘no hay nada que hacer, báñate, agarra ropa y vente con calma. Ramzor está muerto”
 
A Yendri se le corta la voz por completo y se le inundan los ojos de lágrimas cuando recuerda ese episodio “la última semana que estuvimos juntos yo le dije: ‘cuídate mucho, me preocupa tu vida, que también es la mía. Si te pasa algo yo me muero. Y él me dijo “no te preocupes que yo ando pendiente de todo, y además yo sé que no soy Superman’… Y seis días después me lo matan tratando de ayudar a otro compañero”.
 
A Yendri le quedaron los recuerdos, el amor y los sueños con Ramzor, también su anillo de graduación y el de bodas, que le entregaron en la morgue, y un vestido de novia que aún guarda en el closet y que nunca podrá estrenar.
 
“Lo que tengo es un vacío horrible. Yo por dentro estoy destruida, perdí al amor de mi vida. Quisiera encerrarme el resto de mi vida en un cuarto y llorar, llorar…Es muy fuerte tener que despertarme sola y no recibir más nunca ni un mensajito suyo” confiesa entre lágrimas Yendri.
 
Al dolor de Yendri se suma el de Nairobi Olivera, esposa de un fiscal del Ministerio Público que murió cuando intentando esquivar una barricada en la noche del 19 de febrero se estrelló contra un árbol; el dolor del señor Luis Durán, quien perdió a su hijo porque una guaya de púas que colocó la oposición en una avenida de Caracas lo degolló cuando él regresaba a casa en una moto, el de los hijos de Gisella Rubilar quien fue asesinada por intentar quitar una barricada y el de otras 20 familias que perdieron a sus seres queridos producto de las guarimbas; porque de las 43 victimas, 21 son producto de la violencia opositora en esas barricadas, 6 atribuidos a los cuerpos de seguridad (ya los responsables están presos), 3 de forma accidental y el resto por acciones violentas de diferentes signos. 
 
Hoy muchos de los familiares de estas victimas integran el “Comité de Víctimas de la Guarimba y el Golpe Continuado”. Lo único que piden es justicia. Les indigna ver que internacionalmente Human Rights Watch, Amnistía Internacional, el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y ahora un grupo ex presidentes exigen la inmediata liberación de Leopoldo López fomentando con estas declaraciones la impunidad y violando el derecho de las victimas a tener justicia. Lo paradójico es que ninguna de estas decenas de personas perjudicadas con las guarimbas ha sido escuchada ni una sola vez por los mismos que en nombre de los derechos humanos han asumido la defensa de López, personaje que en dos oportunidades ha protagonizado violentos golpes de estado y otras tantas acciones desestabilizadoras, antidemocráticas contra la Revolución Bolivariana.
 
Yendri Velásquez, como una de las voceras del Comité de Víctimas, acaba de reunirse en Chile con el Representante Regional para América del Sur del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Amerigo Incalcaterra. Solicitan que el Alto Comisionado les escuche y atienda en las mismas condiciones que atendió a la esposa de López. Incalcaterra les ha dicho que verá cómo puede ayudarlos para que sean escuchados por el Alto Comisionado en Nueva York, pero no les asegura nada. No les ha dicho cuándo les dará una respuesta ni si efectivamente los atenderán. Lo que si le dijo fue “yo no puedo saber lo que pasa en su país porque su gobierno no nos deja entrar. Yo trataré de ayudarlos para que el Alto Comisionado los escuche, pero ayúdenos usted  a nosotros para que su gobierno nos deje entrar”. Burdo chantaje y groseras palabras de un supuesto defensor de derechos humanos hacia una victima que nada tiene que ver con el Gobierno, y él lo sabe.
 
Qué fácil para un dirigente de la extrema derecha ser escuchado y apoyado…y qué difícil para las victimas de un intento de golpe de estado ser escuchadas y atendidas por quienes dicen defender los derechos humanos.
 
Por ahora Yendri esta convencida del papel que le toca asumir. Está dispuesta a pararse en cualquier esquina, de cualquier ciudad del mundo y gritar a los cuatro vientos la verdad sobre lo que realmente ocurrió y lo que sufrieron miles de venezolanos durante aquellos tristes y dolorosos meses de 2014 cuando la oposición quiso derrocar por la vía violenta a un Presidente democráticamente electo por la mayoría.  
   

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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