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Siria. Segundo y tercer día. Homs

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Siria. Segundo y tercer día. Homs

El día fue de 16 horas de trabajo. Incluso conseguí visitar una prisión siria. Afortunadamente no fue estando preso. En sólo cinco horas tengo que levantarme: muy temprano salimos a Homs, uno de los puntos más peligrosos del país. Una periodista siria que nos ayuda aquí hasta se negó a acompañarnos. No voy a escribir nada más hoy, no tengo fuerzas para nada. Espero mañana tener la posibilidad de describir nuestras aventuras de este día. Sin embargo, creo que las impresiones de mañana las eclipsarán. Buenas noches.
 
16 de enero, 17:00 horas.
Las empanadillas calientes de espinacas  y especias y las tortillas de queso que compramos en una gasolinera a la salida de Homs van con nosotros a Damasco junto con los militares y los representantes del Ministerio de Información.
A través del cristal del autobús se ve la zona forestal sepultada por la basura: los servicios municipales tanto en Homs como en las afueras temen trasportar los desechos, ya que la situación es muy insegura y los ataques armados a cualquier persona,  sin distinción,  ocurren continuamente.
Salimos de Damasco en la madrugada. Todos nuestros colegas (BBC, Sky News, CCTV, TV checa) estuvieron esperándonos 10 minutos, al vernos respiraron con alivio: los rusos están aquí, podemos irnos. Para compensar nuestro retraso alimentamos a todo el autobús con plátanos, que nuestro camarógrafo había comprado ayer.
Subí al autobús, puse en marcha mi mp3 y me dormí. Me desperté dos horas más tarde cuando justamente estábamos entrando a Homs. Esta ciudad está situada en la provincia homónima, en la frontera con Líbano. Es desde aquí donde se envía todo el armamento a la provincia y donde hace unos días murió un periodista francés que filmaba una manifestación. A mí y a una periodista argentina nos acompañaba una persona especial del Ministerio de Información que domina el español.
En una de las plazas de Homs nos señala un punto a través de la ventanilla del autobús:
 - Es aquí donde antes se realizaban las manifestaciones pacíficas. Fueron pacíficas solo el primer mes. Y luego… - hace como que manotea.
Llegamos a un Hospital Militar. Las salas con soldados heridos ya están preparadas para que podamos grabarlos. Pero no se trata de soldados falsos, sino reales: a muchos de ellos les cuesta hablar con sus extremidades enrolladas en vendas o están conectados a goteros.
Uno de ellos, de mi edad, llevaba  alimentos en su camión cuando fue alcanzado por el fuego que mató a dos de sus compañeros. Durante las primeras semanas de enero sólo en este hospital de Homs se registraron 45 muertos, una parte de los cuales eran civiles  que al no encontrar sitio en otros hospitales fueron traídos aquí.



Del hospital militar nos dirigimos a uno civil en el centro de la ciudad. Y si el militar recordaba una ciudadela muy bien reforzada con sus puestos de seguridad y francotiradores en cada torre, el civil se encontraba en una calle común y corriente en el centro de Homs, en una de las zonas más seguras de la ciudad. No obstante, la idea de ‘seguridad’ aquí es bastante singular: hace tan solo menos de dos semanas en esta parte de Homs murieron 7 civiles en una manifestación pacífica cuando un grupo armado abrió fuego de mortero contra la muchedumbre.

Nuestro equipo acudió a este hospital y ya que todos nosotros tuvimos que escribir  nuestras presentaciones en vivo o ‘stand up’, nos alejamos de nuestro autobús hacia el puesto de control más cercano, cerca del cual pensábamos grabar. Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que al contrario, no somos nosotros quienes grabamos a los sirios, sino los sirios quienes nos graban. De pronto nuestro equipo fue rodeado por una un grupo de personas, cada una de las cuales sacaba sus teléfonos móviles y nos grababan, se acercaban a nosotros, sonreían y preguntaban cosas en árabe.
Los árabes en general tienen un comportamiento un poco distinto al nuestro, ante el tumulto no podíamos ni darnos la vuelta para no rozar a quien estuviera a mi espalda o para no tirar a los niños que revoloteaban alrededor.
Todo el mundo nos preguntaba de dónde éramos. “RT”, funcionaba como un conjuro. Los habitantes de Homs, cansados de los permanentes tiroteos, las explosiones, la sangre y el terror se pusieron a gritarnos en ruso: “¡Gracias, Rusia! ¡Queremos a Rusia!”



Ellos saben que los soldados que los protegen portan los rifles automáticos Kaláshnikov; los terroristas que abren fuego contra sus casas usan fusiles M-16. Por supuesto, saben que Rusia junto con China vetaron la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre  Siria y sienten gratitud: aquí nadie quiere que se repita lo que pasó en Libia.
Después de haber grabado el ‘stand up’, un joven que hablaba un poco de ruso se acercó a mí. Se llama Maxim y su madre es rusa.
 - Mira esta foto, fui yo quien la sacó. En esto quedó convertido un barrio vecino.
En la fotografía de su móvil se ven los edificios derrumbados, los cristales rotos, la sangre.
 - Voy a ser médico,  dice, pero por ellos no puedo asistir a las clases en la Universidad.
‘Ellos’ son personas armadas con fusiles M-16 y lanzagranadas, lanzaminas, bolsas de explosivos y que usan máscaras.
Anteriormente en Siria no existía todo esto, pero ahora ríos de gente procedente del  Líbano, Turquía y Jordania llegan aquí. No se trata de una lucha por la democracia, sino de una simple actividad terrorista subversiva.  Estas personas enmascaradas incluso prohíben trabajar a los civiles: “En la ciudad está declarada una huelga forzada hasta que no venzamos. Todos los que vayan a trabajar, morirán”. Así, por lo menos, lo explica Maxim.


Después, cuando nos vuelven a llamar al autobús, el joven sigue repitiendo: “Gracias. Simplemente gracias”.
Nos marchamos y la gente que nos rodeaba grita de nuevo: “¡Gracias, Rusia!”, tras lo cual durante largo rato manotean a través de la ventanilla.
Regresamos por un camino que rodea la ciudad. El funcionario del Ministerio de Información nos dijo que en el centro de Homs abrieron fuego y era peligroso ir por allí.
Entonces, todos en el camión comenzaron a pedir  que nos llevara allí, pero nos dice que está prohibido, aludiendo a los militares. De este modo, sin poder experimentar en carne propia el peligro de uno de los puntos neurálgicos de Siria, regresamos a Damasco.
Ahora ya estoy en mi habitación y he encontrado por fin 10 minutos para sacar de la maleta mi tasa favorita que dice “Fucking television” (saludos a Anastasia) para tomar té. El resto del día lo pasaremos grabando en Damasco y escribiendo un reportaje, tras lo cual mandaremos el material a Moscú.

Armen comparte con nosotros las experiencias vividas en sus reportajes. Conozca las diferentes realidades que nuestro periodista ha presenciado desde los lugares del mundo donde se genera la noticia.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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