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Buenos Aires, la ciudad de los viejos

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En un barrio de clase alta de Buenos Aires dos mellizas de 73 años fueron halladas muertas en su domicilio pasados ya cinco meses después de su fallecimiento. Esta historia de enero de 2012 aún no ha caído en el olvido en la ciudad con mayor cantidad de ancianos de América Latina -un 22% de

En un barrio de clase alta de Buenos Aires dos mellizas de 73 años fueron halladas muertas en su domicilio pasados ya cinco meses después de su fallecimiento.

Esta historia de enero de 2012 aún no ha caído en el olvido en la ciudad con mayor cantidad de ancianos de América Latina -un 22% de la población-  de los cuales uno de cada cuatro vive solo, según una estadística reciente. Pero las personas que llegan a la edad de la jubilación aún tienen de media 20 años de vida por delante. Y el modo de pasarlos, en soledad y olvido o recibiendo la debida atención de la sociedad, es un tema que no es solo personal, sino que se intenta solucionar también desde la administración.

El nido se quedó vacío

Muchos de los ancianos no tienen parientes a quienes recurrir en casos de emergencia o sencillamente cuando la soledad se hace insoportable.

A menudo el hogar de los ancianos se va quedando desierto a medida que los hijos crecen y forman sus propias familias.

“La casa no era como es ahora. Era bastante caótica, con siete chicos jugando, corriendo. Ahora estamos solos, el nido quedó vacío”, explica Raquel Coll, de 84 años de edad, que vive con su marido de 90 años.

Un reciente suceso demostró que algo tan simple como una llamada puede convertirse en un imposible en caso de emergencia. Raquel tuvo un ataque neurológico grave y se quedó paralizada sin poder hablar. Su esposo discapacitado tampoco estaba en condiciones de ayudarla. La angustiosa espera duró varias horas hasta que un hijo llegó a la casa preocupado porque nadie contestaba al teléfono.

Servicios sociales

Pero no todos pueden contar con la ayuda de los hijos. En este caso, la solución podría ser la ayuda de cuidadoras, un servicio necesario pero que también tiene dos caras. “Cuando una mujer se hace cargo de ese paciente, va dejando también partes de su vida en términos de desarrollo profesional o de la crianza de sus hijos”, sostiene el ombudsman Eugenio Semino, Defensor de la Tercera Edad.

Entre otras acciones de promoción social las autoridades ya han comenzado a adecuar la propia infraestructura de Buenos Aires a las necesidades de los ancianos. “Una de las preocupaciones de esta gestión es tratar de llegar a la mayor cantidad de gente posible. Hay 25 postas que están en distintos lugares de la ciudad de Buenos Aires en las que se les mide la presión, se les toma la glucemia, etc.”, comenta la gerontóloga Rosa Aizen.

Otra iniciativa es habilitar un servicio gratuito de las llamadas 'pulseras antipánico', un dispositivo que permite a los ancianos hacer sonar una alarma en su centro médico.

Este sistema ayudaría a evitar nuevos casos de desamparo, pero difícilmente podrá calmar la angustia de aquellos que no solo sufren de enfermedades, sino también de una soledad desesperante.

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