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Los mayas no cantaban al dios de la lluvia: preferían construir embalses

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Los ciudadanos de la antigua ciudad maya Tikal crearon y mantuvieron un sofisticado sistema de embalses que les permitía abastecer de agua potable a los más de 80.000 habitantes de esta metrópoli indígena en las duras temporadas de sequias.
Un grupo de arqueólogos encabezados por el científico Veron Scarborough de la universidad de Cincinnati, en  EE.UU., ha llegado a esta conclusión tras realizar una profunda investigación arqueológica de los embalses y canales en la antigia ciudad maya de Tikal, en Guatemala.

Los científicos analizaron la estructura de los embalses y reconstruyeron la historia de su creación y las funciones de sus componentes.   

Los investigadores destacan la existencia de tres embalses en Tikal, que eran de diferentes tamaños y se conectaban entre sí por medio de un sistema de canales y un dique. El depósito más alto, que era el más pequeño, el así llamado embalse del Templo, estaba dotado de un sistema de tratamiento de agua: sus murallas estaban cubiertas de arena fina que filtraba agua pero no dejaba pasar el barro. Si en la temporada de las lluvias el embalse de Templo se llenaba, el agua pasaba por un sumidero al embalse más grande de la ciudad, conocido como el embalse del Palacio y a su vez el agua sobrante de este pasaba a un embalse secreto. Los dos últimos embalses estaban divididos por uno de los diques más grandes, construidos en la época precolombina. El dique, de 10 metros de altura y de unos 80-90 metros de ancho, presentaba un gran número de canales que impedían que se llenara el embalse del Palacio.  

Según conjetura el grupo de los investigadores, dos razones impulsaron a los ciudadanos de Tikal a construir los embalses: el hecho de que los periodos de lluvias abundantes se intercalaran con largas sequías, y la imposibilidad de que se formaran lagos y otros embalses naturales debido a la porosidad del terreno.

La ciudad de Tikal fue fundada en el siglo VI a.C. y perduró hasta el siglo IX d.C. Se la considera la capital de un estado beligerante que se convirtió en uno de los reinos más poderosos de los antiguos mayas en la península de Yucatán.  Las ruinas de la ciudad fueron descubiertas  a mediados del siglo XVIII, pero las primeras invertigaciones arqueológicas tuvieron lugar solo a mediados del siglo XIX.

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