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Refugiado sirio: “No teníamos ni comida ni agua. Ahora tengo aquí mi negocio”

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Debido al continuo enfrentamiento armado en Siria, miles de habitantes se han visto obligados a abandonar sus casas no en búsqueda de una vida mejor, sino de una vida como tal.
Refugiado sirio: “No teníamos ni comida ni agua. Ahora tengo aquí mi negocio”
Un refugiado, el mercenario Yusef Halak, dijo a RT que en la ciudad de Djaramana, donde llegó escapando de Homs, una de cada dos personas tiene una historia que contar. Pero no porque sea extraordinaria, al revés: es tan típica que en cada familia local sucedió algo muy parecido.
“Vivir en Homs llegó a ser prácticamente imposible: no teníamos ni comida ni agua. Nosotros y otras 500 o 600 familias huimos a Djaramana. Ahora tengo aquí mi negocio y vivo bastante bien. Pero claro, yo quería regresar a mi casa”, cuenta.
Sin embargo, no todos los refugiados logran establecerse como hizo Yusef. Él tenía un cierto dinero ahorrado y conocidos que le ayudaron. Para los que simplemente escapan de la guerra y no tienen a nadie que les ayude, solo les queda tener esperanza en el Gobierno, la Media Luna Roja y la voluntad de Alá.
“Nuestra casa fue destruida, no sabíamos a dónde ir. Nuestra ciudad fue ocupada por grupos de hombres armados. Las personas bondadosas de Djaramana nos dieron albergue aquí. Tenemos una gran familia, 8 niños”, cuenta Mahmud, un refugiado. Y su mujer añade: “Gracias al Gobierno, aquí nos protegen. Que Alá esté con nuestro Ejército. Que vuelva todo a ser como antes”.
En una escuela que la Administración de la ciudad de Djaramana asignó para los refugiados sirios, hace dos semanas estaban cerca de 1.000 familias. Ahora, son poco más de un centenar: cuando el Ejército vuelve a tomar el control de los territorios donde vivían los refugiados, ellos regresan a sus hogares. Sin embargo, los habitantes locales aseguran que aquí también están en casa.
“Aquí no hay refugiados. Los sirios no son refugiados. Todos ellos están en casa. Todos nosotros estamos en casa”, comenta uno de ellos.
Una actitud de los locales que alegra, pero no convence a Mustafá. Cuando camina por la habitación que le dieron, se siente como un león tras las rejas. Un hombre adulto y sano que quiere volver a trabajar y mantener a su familia. Pero parece que el destino está probando su fortaleza de espíritu teniéndole de brazos cruzados.
“En nuestra ciudad empezaron los tiroteos. Tuvimos miedo por nuestros niños y escapamos. Todas nuestras cosas se quedaron en casa. Espero que la situación sea segura para mis niños y entonces volveré. Nos recibieron de manera muy buena aquí, pero esta no es mi casa. Quiero volver a mi trabajo, quiero ganar el pan para mi familia. Quiero ir a mi casa”, expresa Mustafá.
El ánimo deprimido de Mustafá contrasta con el de su vecino, Josef. “Hay muchos niños con nosotros e intentamos estar de buen humor para transmitirles a ellos nuestras emociones positivas, para que no tengan miedo”, explica. Y parece que Josef y sus padres logran hacerlo. En los ojos de estos niños no hay miedo. Al contrario, están sonrientes, amistosos y curiosos, como cualquier pequeño de su edad.
Esta es la realidad siria. Hace más de siete siglos mientras estaba en Damasco, el poeta persa Saadi escribió sobre la situación tras la invasión de los mongoles y comparó a la gente con una manada de lobos. ¿Qué diría ahora Saadi si viera la realidad de Siria y a aquellos que son refugiados en su propia tierra tratando de escapar de un torbellino de violencia que está destruyendo todo el país?
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