Sociedad
Un pequeño refugio para focas en Holanda
Holanda cuenta con un criadero de focas que goza de gran fama no solo en todo el país, sino también más alla de sus fronteras, atrayendo a voluntarios de todo el mundo.
La mayoría de los empleados del refugio para focas trabajan sin cobrar dinero, movidos por su amor a los animales. Un buen ejemplo es Jennifer Carabanel de Guatemala, quien antes de entregar su vida a los animales se dedicaba al deporte.
"En Guatemala yo era futbolista. Pero luego me di cuenta de que amo a los animales más que al fútbol. Vivo en una residencia comunal y no cobro salario. Pero es que no estoy aquí para el dinero. El momento más alegre es cuando la pequeña foca me llama mamá", cuenta Jennifer Carabanel.
Otro voluntario, Guillermo Sánchez, está cuidando de un cachorro que fue encontado en una isla perdido sin su madre. El hambre le ha debilitado mucho y con un mes y medio de vida pesa dos veces menos que sus coetáneos. Los empleados bautizaron al pequeño como Che Guevara, creyendo que el nombre del héroe argentino-cubano ayudará al animal a no rendirse nunca.
"Sin la ayuda de los humanos no hubiera sobrevivido. Pero ahora está fuera de peligro. El año pasado hemos socorrido a 700 focas", dice el voluntario.
Cada año las tormentas arrojan a la costa a cientos de estos cachorros. Muchos terminan atrapados en las redes que perdieron algunos pescadores. En este centro encuentran un nuevo hogar hospitalario y una nueva familia. Casi cada día las puertas del criadero están abiertas para los visitantes.
La fundadora del centro crió a su primer cachorro hace 40 años en una casa residencial. Hasta el momento, ha salvado a 7.000 animales. En el criadero les enseñan a buscar comida y tras medio año como máximo, los ponen en libertad.
"En Guatemala yo era futbolista. Pero luego me di cuenta de que amo a los animales más que al fútbol. Vivo en una residencia comunal y no cobro salario. Pero es que no estoy aquí para el dinero. El momento más alegre es cuando la pequeña foca me llama mamá", cuenta Jennifer Carabanel.
Otro voluntario, Guillermo Sánchez, está cuidando de un cachorro que fue encontado en una isla perdido sin su madre. El hambre le ha debilitado mucho y con un mes y medio de vida pesa dos veces menos que sus coetáneos. Los empleados bautizaron al pequeño como Che Guevara, creyendo que el nombre del héroe argentino-cubano ayudará al animal a no rendirse nunca.
"Sin la ayuda de los humanos no hubiera sobrevivido. Pero ahora está fuera de peligro. El año pasado hemos socorrido a 700 focas", dice el voluntario.
Cada año las tormentas arrojan a la costa a cientos de estos cachorros. Muchos terminan atrapados en las redes que perdieron algunos pescadores. En este centro encuentran un nuevo hogar hospitalario y una nueva familia. Casi cada día las puertas del criadero están abiertas para los visitantes.
La fundadora del centro crió a su primer cachorro hace 40 años en una casa residencial. Hasta el momento, ha salvado a 7.000 animales. En el criadero les enseñan a buscar comida y tras medio año como máximo, los ponen en libertad.
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