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Comparando la España imperial con EE.UU.: Una historia de dos Historias (Parte VI)

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Comparando la España imperial con EE.UU.: Una historia de dos Historias (Parte VI)
Considerando que es mi deber como hispanoamericano rebatir los argumentos errados y apreciaciones erróneas de la historia de España que se tienen entre los llamados conservadores angloamericanos de EE.UU., continúo debatiendo aquellos conceptos incorrectos sobre la historia española y los españoles que he hallado en el artículo titulado 'Yesterday’s Spain, Today’s America' ('La España de ayer, la América [EE.UU.] de hoy') publicado en la revista conservadora norteamericana 'The American Conservative' y cuyo autor es el Sr. James P. Pinkerton, quien es comentarista político de Fox News. Considero que hacer estas aclaraciones es importante, porque todas aquellas ideas preconcebidas, prejuicios históricos, y falsos conocimientos de la historia, por lo general negativos, que se tienen en los EE.UU. de España nos salpican y manchan a todos los hispanoamericanos, por ser hijos de la Madre Patria española cuando nuestras herencias histórica, cultural, religiosa y genética hispánicas se iban gestando en su vientre durante aquellos siglos XVI al XVIII de España en América y cuya síntesis al nacer son las naciones hispanoamericanas, desde la nación mexicana hasta la chilena y argentina, desde la nación puertorriqueña hasta la guatemalteca y nicaragüense.  Pero dichos siglos de historia hispánica han sido y son, como en el caso del artículo aquí discutido, falsa y prejuiciadamente criticados y atacados por algunos anglosajones, lo que merece una respuesta adecuada y completa. Esto es necesario, porque si los históricos enemigos de España la pintan de acuerdo a sus prejuicios como una mala madre patria nuestra, cuya historia, cultura, religión e incluso raza eran y son malas e inferiores según algunos de ellos, entonces como conclusión, según dicha lógica prejuiciada, habría que borrar nuestra identidad hispánica y reemplazarla con la anglosajona de ellos, incluyendo la substitución de nuestra lengua española por el inglés, sea en los EE.UU., en Puerto Rico o en la internet. Esto ha de oponerse y rebatirse a través del conocimiento de nuestra historia, de la valoración de nuestra herencia hispánica y de la defensa y orgullo de nuestras raíces, comparándolas a modo de contraste con la experiencia histórica de los que atacan nuestra identidad hispánica y persiguen a nuestros inmigrantes indocumentados hispanoamericanos en los EE.UU. realmente y esencialmente por ser Hispanos.  

Pinkerton dice en su artículo: "Los españoles, víctimas de agresión en casa [Nota: en su tierra, por la invasión y ocupación de España por los árabes y moros musulmanes], se convirtieron en los victimarios en el extranjero". Y la palabra 'victimario', según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, quiere decir 'homicida'. Un párrafo más arriba, en su artículo, que ya he comentado, el autor angloamericano sostiene que, finalizada la Reconquista con la conquista del Reino de Granada musulmán en 1492, los españoles sintieron el impulso de combatir a los moros en el Norte de África, como si no hubiera bastado con vencerlos en España. Con lo que escribió dicho autor, se puede interpretar que lo que quiso decir es que los españoles, víctimas en su tierra inicialmente, se convirtieron en homicidas ("victimarios") buscando matar moros en sus tierras norteafricanas. Vuelvo a aclarar brevemente, que tras 1492 las flotas de los piratas berberiscos musulmanes (de Berbería, la región que comprendía Marruecos, Argelia, Túnez y Libia y que así se la llamaba en Europa por sus habitantes originales, los bereberes, anteriores a los romanos y árabes) se acercaban a las costas españolas haciendo amagos de invasión, temiéndose en España que se repitiese la invasión árabe del año 711, por la que la Hispania cristiana y su reino visigodo sucumbieron a la dominación árabe y musulmana, tomándole a los cristianos 781 años de Reconquista para ponerle fin al dominio musulmán de tierras ibéricas [Los visigodos fueron un pueblo germánico, al parecer originario del sur de la actual Suecia, que conquistó la España romana, llamada Hispania y que, aunque una minoría, como conquistadores gobernaron sobre la mayoría de la población hispanorromana, latina]. También los españoles y los portugueses no menos temían las incursiones piráticas de los berberiscos en sus costas durando los saqueos de los poblados cristianos de varios días, llevándose los piratas a poblaciones enteras como esclavos para ser vendidos en sus puertos del Norte de África. Y eran aquellas poblaciones y puertos abandonados por sus habitantes ante el terror de los piratas moros los que se temía fuesen cabeza de puente para una invasión a gran escala como la del 711.

Los piratas berberiscos eran, por sus actos de saqueos, destrucción, asesinatos y toma de cautivos para esclavizar, hasta cierto punto equivalentes a los terroristas islamistas actuales, por sembrar el terror entre los cristianos, ya fuese entre las tripulaciones y pasajeros del tráfico mercantil mediterráneo occidental o entre las poblaciones costeras de la Península Ibérica y de Italia. Estas piraterías se veían impulsadas no sólo por un afán de lucro, sino también por el odio de los piratas musulmanes norteafricanos hacia los cristianos y Occidente. Así, el gobernador de la ciudad de Argel, un eunuco renegado (los renegados eran cristianos que renegaron de su fe para convertirse al Islam), llamó al mismísimo Emperador Carlos V, quien a la vez era Carlos I como Rey de España, "perro cristiano".  España tuvo la política de conquistar puertos y bases de los piratas en el Norte de África para neutralizar su amenaza, más aún después de que los turcos otomanos, la gran amenaza militar y naval musulmana contra Europa Central y la Europa del Mediterráneo, contactaran a los piratas berberiscos para colaborar juntos contra los cristianos a partir de 1516-1517. Así que si a algunos conservadores estadounidenses angloamericanos no les gusta que España haya intervenido de forma preventiva en el Norte de África, les invito a que igualmente condenen las intervenciones militares de EE.UU. en Afganistán, Pakistán, Yemén o Somalia contra la red de Al-Qaeda y sus aliados como los talibán, en el caso de los países centro y surasiáticos que acabo de mencionar. Pero, verdad que no lo van a hacer, ¿no?

Pasemos a examinar y comparar las intervenciones militares de los ingleses, que por ser hijos de la Gran Bretaña son tan admirados por conservadores angloamericanos de los EE.UU. En este contexto no hay que olvidar que para aquellos anglófilos cuyos ancestros vinieron de la Gran Bretaña, ésta sería su Madre Patria, la metrópolis de las trece colonias británicas de Norteamérica. Mencionemos algunos célebres ejemplos de crímenes de guerra y actos homicidas cometidos en el exterior por soldados ingleses y británicos en los últimos 600 años. Uno es la masacre de prisioneros de guerra franceses a manos de las tropas del Rey de Inglaterra Enrique V durante la batalla de Agincourt del 25 de octubre de 1415 en el norte de Francia. Enrique V había invadido dos meses antes a Francia con un ejército reclamando derechos al trono francés.  

Parte de la Guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia, la batalla de Agincourt fue una aplastante victoria inglesa sobre las fuerzas numéricamente superiores del Rey de Francia, cayendo en combate la flor y nata de la nobleza francesa y sus caballeros. Pero a pesar de que la batalla se había ganado y que el grueso del ejército francés había sido liquidado, según se dice por temor a que la retaguardia francesa atacase -que, intacta y fresca, no había intervenido todavía–, Enrique V de Inglaterra, temiendo la liberación de sus prisioneros de guerra franceses de imponerse sobre el campo de batalla lo restante del ejército francés -los prisioneros eran todos nobles y de alto rango- ordenó su matanza. El rey inglés habría calculado que de tener que retirase empujado por la tercera división del ejército francés, no habría podido llevarse a todos los prisioneros consigo, así que, según él, mejor habría sido matarlos para que no volviesen a tomar las armas para combatirle de haber sido liberados por los franceses en el campo de batalla. Los soldados comunes franceses heridos o que se rendían eran liquidados inmediatamente por no haber posibilidad de que alguien pagase un alto rescate por su libertad, lo que sí se hacía con los nobles cautivos, y mientras más alto fuese el título de nobleza o su rango en la Corte, como duques, condes o el que ostentase un título único como el de Mariscal de Francia, más alto sería el rescate que se le pagaría a aquellos que los habían tomado prisioneros para lograr su liberación. Así es como la guerra entonces era una forma de hacerse rico rápidamente.

Miniatura del siglo XV mostrando a nobles franceses maniatados como prisioneros de guerra de los ingleses en la batalla de Agincourt de 1415 en Francia. El Rey Enrique V de Inglaterra inicialmente ordenó su masacre:


 
Pero sea por la razón mencionada o por otra, Enrique V ordenó a 200 de sus arqueros que, con la excepción de los de más alta nobleza, matasen a los nobles franceses prisioneros, habiendo empleado los arqueros para matarlos espadas, dagas, hachas y mazos, pues, al parecer, habían usado ya todas sus flechas en la batalla. Cabe señalar que imágenes de la época muestran a los prisioneros capturados en batalla maniatados, para que no pudiesen combatir o escaparse. La proporción habría sido de 10 prisioneros a ser ejecutados por cada arquero destinado a cometer la masacre, según el historiador inglés John Keegan. Esto daría una cifra de alrededor de 2.000 prisioneros (una cifra dada es de 2.200) de guerra franceses en manos de los ingleses antes de que Enrique V –tan glorificado por la historiografía inglesa e inmortalizado por William Shakespeare en una de sus obras teatrales- ordenase su matanza. Cuando el Rey de Inglaterra determinó que la retaguardia francesa no iba a intervenir en una batalla ya perdida para Francia, ordenó parar la masacre. Es probable que el número de nobles prisioneros franceses matados por los arqueros de Enrique V hayan sido quizás hasta unos 700 ó de unos 400 a 600.  

Otro ejemplo de pensamiento y acciones homicidas por parte de los ingleses en el extranjero son las instrucciones dadas por el Mayor General Jeffery Amherst durante el verano de 1763 para exterminar a los indios Delawers (Delawares en inglés) y Shawníes (Shawnees) que se habían levantado contra el dominio británico en la región oeste de la colonia de Pennsylvania y asediado al Fuerte Pitt (construido donde estuvo el Fuerte Duquesne francés y en donde está la actual ciudad de Pittsburg), influenciados los nativos por la rebelión del cacique Pontiac y su asedio del Fuerte Detroit (originalmente el Fuerte Pontchartrain du Détroit francés donde hoy se halla la ciudad de Detroit) en el actual estado de Michigan. Amherst, quien era Gobernador General de la Norteamérica británica y nominalmente Gobernador de la Corona de la colonia de Virginia, le propuso al coronel, que iba a conducir una columna de socorro para levantar el asedio del Fuerte Pitt, infectar a los indios con viruela para “reducirlos”. Más claramente se expresó Amherst en otra carta a su oficial, en donde le instruye: “Usted hará bien en inocular los indios por medio de mantas [contaminadas con viruela], así como [utilizar] todo otro método que pueda servir para extirpar esta raza execrable”. Y en otra carta al superintendente británico del departamento responsable de los indios del norte, Amherst habla de “…medidas a ser adoptadas que provocarían la Total Extirpación de aquellas naciones indias”. Etc.

El general Jeffery Amherst, quien propuso la guerra biológica contra los indios norteamericanos infectándolos con viruela. Amherst se cubrió de gloria al poner fin al dominio de Francia en el Canadá durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763), guerra declarada que llegó a iniciarse en la guerra no declarada entre Francia y la Gran Bretaña en Norteamérica empezada en 1754 por un acto de guerra en tiempo de paz y una masacre contra soldados franceses, hechos ambos perpetrados por una fuerza militar británica bajo el mando de un joven oficial de 22 años, el Mayor George Washington de la milicia de Virginia.  

 

Antes que las órdenes de Amherst se llevaran a cabo, el comandante del Fuerte Pitt le había “obsequiado” con perfidia a una delegación de los indios Delawers que asediaban el fuerte dos mantas y un pañuelo contaminados con viruela, después de que los indios le prometieran, tras parlamentar con él, renovar la amistad con los británicos. No se sabe a ciencia cierta cuántos indios habrían sido afectados por esta estrategia de guerra biológica, cuya intención era exterminar y cometer un genocidio contra la población indígena a través de una epidemia de viruela provocada y contra la cual los nativos no tenían defensas. Amherst se cubrió de gloria durante la anterior Guerra de los Siete Años, conquistando a los franceses en el Canadá la fortaleza de Louisbourg, en la actual Isla de Cabo Bretón (la antigua Isla Real francesa) en 1758, la ciudad de Montreal en 1760 (poniendo fin al dominio de Francia en el Canadá) y, anteriormente, en 1759 el Fuerte Carrillon, mejor conocido como el Fuerte Ticonderoga, en el actual estado de Nueva York. El pueblo de Amherst en Massachusetts, donde se halla el famoso Colegio Universitario de Amherst, fue así llamado en honor al general aquí mencionado, héroe británico de la Guerra de los Siete Años en Norteamérica, que por sus hazañas fue ennoblecido por el Rey Jorge III de Inglaterra a Lord como 1er Barón Amherst.  

No olvidemos tampoco la Masacre de Amritsar en el noroeste de la India en el Punjab, cometida el 13 de abril de 1919 en el jardín público de Jallianwala Bagh por tropas coloniales británicas bajo el mando del General de Brigada Reginald E.H. Dyer, que ordenó a sus tropas disparar contra una multitud de entre 15.000 y 20.000 personas, hombres, mujeres y niños, hindúes, musulmanes y sijs, congregados en una manifestación pacífica siguiendo las ideas de resistencia pacífica o resistencia civil del líder independentista hindú Mahatma Gandhi. Dyer, que había prohibido las protestas y manifestaciones públicas, movilizó 65 tropas gurjas (Gurkhas en inglés, oriundos de Nepal) y 25 soldados oriundos de Beluchistán. Al frente de sus tropas, Dyer, sin previo aviso y sin ordenar primero a los manifestantes que se dispersaran, ordenó a sus hombres disparar, lo que hicieron contra la masa de manifestantes por espacio de 10 minutos aun cuando la gente presa del pánico estaba intentando huir, consumiendo los soldados al menos 1.650 cartuchos y dejando de disparar sólo cuando casi se quedaron sin municiones. Según cifras dadas por el Congreso Nacional Indio, alrededor de 1.000 personas fueron asesinadas por los tiros, con unos 500 heridos, para un total de más de 1.500 entre muertos y heridos. Gente que había caído herida en el jardín público murió desangrada pues tras la masacre se inició el toque de queda ordenado antes por Dyer, y los heridos que quedaron tendidos sobre el suelo no pudieron por ello ser llevados a un hospital y tuvieron que pasar la noche desangrándose. Dyer no les proporcionó atención médica y los dejó morir donde habían caído heridos.

Escena de la película Gandhi mostrando la Masacre de Amritsar de 1919 en la India:


Todo empezó cuando el 10 de abril de 1919 hubo protestas ante la residencia del vicecomisionado británico de Amritsar por el arresto de dos líderes independentistas indios que apoyaban la resistencia pacífica preconizada por Gandhi. Un grupo de soldados británicos abrió fuego contra los manifestantes, matando a varios de estos, lo que provocó disturbios que llevaron aquel mismo día al asalto e incendio de varios bancos y edificios públicos como el ayuntamiento y la estación de tren. En los actos de violencia murieron cinco europeos, incluyendo civiles y empleados del gobierno colonial. Durante aquel día las tropas siguieron disparando ocasionalmente contra las turbas enardecidas, muriendo en resultado hasta 20 personas. Al día siguiente, el 11 de abril, una misionera inglesa, la Señorita Marcella Sherwood, cuando iba en bicicleta por una calle estrecha fue atacada por una turba que la tumbó halándola del pelo, la golpeó, pateó y la dejó por muerta. Fue la víctima rescatada por indios locales que la llevaron al fuerte donde se hallaba el general de brigada Dyer, el comandante local. En castigo por este acto de violencia contra la misionera inglesa, Dyer ordenó la humillante orden que todo hombre indio que usase la calle donde la Srta. Sherwood fue atacada, que la recorriese arrastrándose sobre sus rodillas y manos. La explicación de Dyer fue: “Algunos indios se arrastran con la cara hacia abajo enfrente de sus dioses. Yo quería hacerles saber que una mujer británica es tan sagrada como un dios hindú y por lo tanto tienen que arrastrarse en frente de ella, también”. Dyer también ordenó que se le diesen azotes públicos a cualquier indio que se acercase a unos dos metros o menos de distancia de un policía británico. Cuando la masacre de Amritsar ocurrió, el 13 de abril, el gobierno británico había impuesto ley marcial sobre la mayor parte del Punjab, prohibiendo la libertad de reunión de más de cuatro personas.

Los manifestantes que se congregaron aquel 13 de abril de 1919 en el jardín público de Jallianwala Bagh y contra quienes Dyer ordenó a sus tropas que disparasen, se habían reunido para protestar de forma pacífica por la orden del general de brigada británico de que todo hombre indio se arrastrase de rodillas y manos al ir por la calle donde la misionera inglesa había sido atacada. Por la masacre Dyer, 'el Carnicero de Amritsar', fue cesado de su mando pero en la Gran Bretaña fue celebrado por muchos como un héroe. La Srta. Sherwood, quien fue brutalmente agredida por la turba, consideró que Dyer fue el “salvador” del Punjab. Así que le ruego a los conservadores angloamericanos estadounidenses que se enteren que España, con todos sus defectos, ciertamente ya desde tiempos del Rey Carlos I en el siglo XVI y hasta comienzos del siglo XIX no llevó a cabo comparativamente un brutal y hasta genocida dominio colonial como el de los ingleses, aunque hayan sin duda habido injusticias y arbitrariedades producto de las imperfecciones y errores de los hombres.

Demos otro ejemplo más de la brutalidad homicida con que las tropas británicas han actuado en el exterior, en este caso en la tierra ocupada de Irlanda del Norte, ocupación realmente colonial de tierra irlandesa que todavía está dominada por el Reino Unido de la Gran Bretaña a costa de la unidad de Irlanda. Me refiero a la Masacre del Domingo Sangriento, sucedida el 30 de enero de 1972 en la ciudad de Derry (conocida oficialmente por los británicos como Londonderry) en la provincia norirlandesa del Úlster. Aquel día hubo una multitudinaria manifestación pacífica por los derechos civiles de los católicos norirlandeses protestando contra los arrestos y encarcelamientos sin juicio –la internación sin juicio- de sospechosos de pertenecer al IRA (Ejército Republicano Irlandés, según sus siglas en inglés), política represiva impuesta por el gobierno del Primer Ministro británico Edward Heath, y contra el discrimen a los católicos en general por parte de la mayoría protestante norirlandesa y del gobierno británico. Se estima que la manifestación habría tenido unos 15.000 integrantes. Las autoridades británicas ordenaron a soldados del Primer Batallón del Regimiento de Paracaidistas del Ejército Británico que fuesen al lugar de la manifestación. El año anterior de 1971, los ataques del IRA contra las fuerzas británicas de ocupación en Irlanda del Norte habían causado la muerte de 10 soldados antes de la imposición de la política de internación sin juicio en agosto de aquel año, muriendo 30 soldados británicos adicionales en atentados al terminar 1971. En la ciudad de Derry, desde que se impone la internación sin juicio hasta el fin de 1971, fueron muertos por el IRA en atentados 7 soldados británicos. Es probable que los paracaidistas enviados contra la manifestación multitudinaria del Domingo Sangriento buscaban venganza por dichas bajas, uniéndose a esta ansia probablemente el tradicional desprecio y los prejuicios que muchos ingleses han tenido hacia los nativos de Irlanda por ser irlandeses y por ser católicos.

Documental sobre la masacre del Domingo Sangriento, ocurrido en 1972 en Irlanda del Norte:


 
Los paracaidistas fueron al parecer con órdenes de disparar contra los manifestantes desarmados, tiroteándolos no solo a ellos sino también a viandantes, matando en el lugar a 13 civiles, muriendo meses después uno más por las heridas sufridas ese 30 de enero de 1972. Siete de los muertos en el lugar de los hechos eran adolescentes, seis de 17 años. Once civiles más fueron heridos por los tiros, incluyendo a 5 que recibieron tiros en la espalda. Dos civiles más fueron heridos cuando vehículos militares británicos los atropellaron.

Película sobre los hechos del Domingo Sangriento, donde al principio se muestra a un grupo de jóvenes que, no siendo parte de la manifestación principal por haberse separado de ésta, acudieron a atacar una barricada del Ejército Británico a pedradas:


 
Un informe inicial producto de una investigación del gobierno británico sobre la masacre iniciada tras los trágicos hechos fue manipulado para presentar conclusiones cuya finalidad era justificar la acción de los soldados y librarlos de toda culpa. Tras 12 años de otra investigación oficial británica presidida por Lord Saville, el informe final publicado en 2010 dictaminó que la muerte de los civiles en el Domingo Sangriento de Derry a manos de los paracaidistas británicos fue “injustificada e injustificable”. Es un mérito del actual Primer Ministro británico David Cameron que, siendo del Partido Conservador, generalmente defensor por su patriotismo de las acciones de las fuerzas armadas británicas y de la historia de su país, haya reconocido lo injustificado e injustificable de las muertes causadas por los soldados británicos aquel Domingo Sangriento de 1972, pidiendo oficialmente disculpas en nombre del gobierno británico y del Reino Unido en el Parlamento británico 38 años después de la masacre.
 
 
 
 
 
El Dr. Lajos Szászdi es analista de asuntos de defensa, seguridad y relaciones internacionales, autor,  conferenciante y comentador en la televisión y la radio 

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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