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Se acaba la hegemonía económica de EE.UU. en el mundo

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EE.UU. realmente ha ostentado el liderazgo mundial durante cierto tiempo, pero sus mejores días parecen haber terminado, opina Jeffrey Sommers, profesor asociado de economía política y política pública de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee.
Según Sommers, miembro de la iniciativa Post-Globalización, los sistemas unipolares en la economía política global parecen ser más una excepción que una regla, por lo que cree que la primacía estadounidense en el mundo es temporal. 

En el siglo XIX EE.UU. se vio separado en dos partes: el Sur, que tomó el mismo camino del desarrollo que América Latina, y el Norte, que con su creciente industrialización llegó a ser la locomotora de todo el país. Debido al alto costo de la fuerza de trabajo en el sector industrial en la parte norteña, el país tuvo que mejorar constantemente utilizando los métodos más eficientes de producción. EE.UU. también aplicó un programa coherente de desarrollo basado en el apoyo de las industrias emergentes con la ayuda de aranceles.

A finales del siglo XIX, EE.UU. también estableció su propia escuela de economía frente al liberalismo económico que en aquel entonces prevalecía en otras partes del mundo. 

Asimismo, Sommers considera que una de las ventajas de EE.UU. fue el hecho de que disponía solo de un pequeño Ejército y no intervenía en los continuos conflictos en Europa. Esta política de no intervención fue anunciada por el primer presidente estadounidense, George Washington, en su discurso de despedida en el que instó a los ciudadanos a mantenerse alejados de las interminables guerras europeas. Esta propuesta se convirtió en la política oficial del Estado con la proclamación de la Doctrina Monroe (desarrollada por John Quincy Adams). De acuerdo con esa doctrina, Washington debe seguir adhiriéndose a una política de no injerencia en los asuntos de Europa y actuar activamente solo para preservar su influencia en América Latina.

Sommers mencionó también que durante la mayor parte de su historia, antes de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. tenía una cantidad muy limitada de tropas, algo que le permitió evitar grandes gastos en conflictos armados (la única excepción fue la guerra civil estadounidense), y centrar sus prioridades en la industrialización.

Los estadounidenses continuaron desarrollando su potencia industrial gracias a los altos aranceles, rechazando las exigencias del Reino Unido de unirse a la política del libre comercio.

A pesar de un corto período de calma en la mitad del siglo XIX, marcado por el predominio del liberalismo económico en Europa y cierta desaceleración en el ritmo del desarrollo económico, EE.UU. no dejaba de apoyar a nuevos sectores industriales y, como consecuencia, su economía siguió creciendo con rapidez.

Sommers subraya que el siglo XX estuvo marcado por la hegemonía económica de EE.UU., aunque su competencia con la Unión Soviética la frenó durante casi 40 años. No obstante, al superar las consecuencias de la crisis de la década de los setenta, la economía estadounidense, al parecer, recibió un impulso importante.  

Sin embargo, opina Sommers, la creciente hegemonía también debía tener su fin. En 2008 estalló una nueva crisis que afectó el sistema financiero y este no pudo seguir siendo tan estable como antes. El sueño de los economistas liberales de volver a la 'edad de oro' de EE.UU., de acuerdo con el modelo del siglo XIX, ya no tuvo la oportunidad de convertirse en realidad. 

El profesor agregó que la experiencia "lamentable" de la UE, con sus medidas de austeridad, tampoco le podía servir a EE.UU. como posible estrategia para arreglar sus asuntos. Entre 2009 y 2013 Washington logró recuperarse económicamente hasta cierto punto gracias a las políticas financieras y a los nuevos métodos de producción de energía. 

Sin embargo, Sommers concluyó que la situación actual va a facilitar el retorno del mundo al estado multipolar porque los países BRICS, por ejemplo, ahora tendrán que aplicar una política económica más independiente, lo que abrirá nuevas oportunidades para la competencia industrial y política en el mundo. En estas condiciones, Rusia también cuenta con recursos suficientes para realizar un gran avance, tanto en capacidad humana como en infraestructura técnica. 
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