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Los impactos geopolíticos del terrorismo transnacional en el siglo XXI

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Los impactos geopolíticos del terrorismo transnacional en el siglo XXI
La geopolítica, es decir, la reflexión política sobre el espacio terrestre, marítimo, aéreo y  espacial con fines asociados a la construcción de poder nacional, siempre fue una disciplina resistida; y ello es comprensible, puesto que desde su mismo nacimiento  quedó emparentada a situaciones que la convirtieron en una disciplina que "trataba acerca de los intereses de los Estados, no de las buenas intenciones de los Estados", según la concibió alguna vez Henry Kissinger.
 
En efecto, los tres momentos por los que transitó la geopolítica desde la segunda mitad del siglo XIX hasta prácticamente el final del siglo XX, el colono-imperialismo, el nazismo y el bipolarismo, implicaron un descenso del orden interestatal hacia sus extremos más hobbesianos y darwinistas, es decir, la hostilidad, la inseguridad y la lucha. Ello explica que tras el final de la confrontación bipolar, la disciplina quedara relegada de los debates, algunos de ellos incluso desdeñaron el factor territorial, y hasta declarada su defunción, pues en el naciente y esperanzador 'nuevo orden internacional' no quedaban vacantes para 'disciplinas perniciosas'.
 
Sin embargo, tras el vendaval de la globalización (que fue un 'régimen' geopolítico o posgeopolítico, puesto que como nunca antes el mundo fue apreciado como un espacio favorable para captar mercados, obtener beneficios y ganancias comercio-económicas por parte de los actores que la impulsaron) los principales acontecimientos con que despuntó el siglo XXI fueron netamente geopolíticos: la ampliación de la OTAN, el establecimiento de Estados Unidos como el actor más relevante en el espacio que se extiende desde el golfo Pérsico hasta el Asia Central, el ataque perpetrado por el terrorismo transnacional en el espacio más resguardado del globo, etc.
 
A los efectos de la disciplina en liza, el terrorismo es acaso el acontecimiento más singular; no solamente porque se trata de un actor no estatal (la geopolítica siempre fue una concepción y práctica de y entre Estados), sino por las demás situaciones centralmente político-territoriales que del mismo han resultado. El principal impacto geopolítico del terrorismo transnacional ha sido el notable cambio operado en relación a su accionar espacial: como ha observado el experto pakistaní Gilles Kepel, a la confrontación contra el "enemigo cercano", es decir, las dirigencias apóstatas de países con población mayormente musulmana, el terrorismo (o más apropiadamente el 'yihadismo') incorporó en los años noventa el combate contra el "enemigo lejano", es decir, países no musulmanes.
 
Esa sensible ampliación del teatro de operaciones del terrorismo obedeció no solamente al abandono por parte de Occidente de 'socios funcionales' en tiempos de la ocupación soviética en Afganistán y durante la guerra Irán-Irak (la verdadera 'primera guerra del Golfo'), sino a la resolución estadounidense de predominancia global tras su victoria en la Guerra Fría.

En otras palabras, dicha lógica geopolítica fue una respuesta a las políticas pro hegemónicas de alcance global desplegadas por el actor mayor del orden internacional. Para expresarlo en términos de Kenneth Waltz, la excesiva concentración de poder por parte de uno de los actores del sistema internacional acabó generando la réplica de otro u otros, en este caso de un actor no estatal. 

De modo que este proceso de 'desterritorialización' regional y (a su vez) 'reterritorialización' global de acciones por parte del terrorismo, representa uno de los mayores impactos geopolíticos. Más todavía si consideramos que dicha 'reterritorialización' de acciones tuvo lugar en el espacio nacional más seguro y protegido del planeta; desde entonces, otro dato geopolítico categórico, Estados Unidos perdió esa condición de 'santuario inexpugnable', y pasó a vivir con 'mentalidad de asedio'.

Esta realidad implica un impacto centralmente geopolítico provocado por el terrorismo,  y es el que está relacionado con los cambios en materia de percepción de amenazas: mientras en el pasado reciente la amenaza se encontraba a poca distancia y provenía de otro u otros Estados o alianzas político-militares, actualmente la amenaza se sitúa a miles de kilómetros de un Estado y proviene de actores emplazados en espacios no siempre estatales; concretamente, espacios o 'zonas a-estatales', por caso, 'Yihadistán' o 'Af-pak', subyugados por grupos con capacidad para 'afianzar' el caos y para proyectar violencia.

No extraña por ello que la visión clásica de autorizados expertos en relación a la seguridad nacional se haya modificado sensiblemente durante la última década: para Zbigniew Brzezinski, "la seguridad de Estados Unidos ha de ser considerada en lo sucesivo inexorablemente ligada a la situación global. No debe sorprender que las prioridades de la propia población tras el 11-S evidencien un acusado descenso de las metas idealistas y un considerable incremento de la preocupación por la propia seguridad". 

Por último, otro de los impactos geopolíticos del terrorismo es el relativo a espacios crecientemente desgobernados que acaban siendo 'funcionales' para el accionar de grupos o células. Básicamente, se trata de espacios geopolíticamente disruptivos desde los cuales el terrorismo puede reconstruir poder, generar desestabilización regional y organizar operaciones globales. Dichos espacios pueden ser de naturaleza 'a-estatal', pero también estatal: 'áreas grises' de Asia, por caso, o países norafricanos o del Medio Oriente. En este sentido, para la inteligencia israelí la principal amenaza a la seguridad nacional radica en un eventual curso del conflicto sirio hacia un escenario de desgobierno y anarquía, que convierta al convulso país en un nuevo asiento de movimientos, intrigas y acciones terroristas. 

En suma, en el siglo XXI la vigencia de la geopolítica no solamente se constata en acontecimientos que tienen como protagonistas a los actores clásicos, es decir, los Estados, sino en la 'pluralización' de la disciplina como consecuencia de la irrupción de un actor no estatal, la extensión global de sus operaciones, la desaparición de la invulnerabilidad territorial, la necesidad de afrontar a distancia retos a la seguridad nacional y la emergencia de nuevas entidades geopolíticas disruptivas no siempre 'estato-territoriales'.  

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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