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¿Cómo sería para un urbanita del siglo XXI vivir en la Rusia del siglo X?

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"Mi conclusión principal: en el siglo X la gente vivía muy mal. Lo suponía antes pero ahora estoy seguro de ello", resume Pável Sapózhnikov, un joven ruso que probó a vivir aislado y en condiciones que imitaban a las de la Rusia de hace 1.000 años.
¿Cómo sería para un urbanita del siglo XXI vivir en la Rusia del siglo X?
"En esta situación se hace muy difícil pensar. La cabeza se vacía y la mayor parte del tiempo no hay pensamientos en absoluto. Y se trata de mí, un hombre contemporáneo que tiene muchos recuerdos, muy formado en comparación con la gente de aquella época. Me imagino cómo vivía la gente antes, qué ignorantes eran. Los pensamientos llegan muy lentamente y penosamente. Antes de este proyecto nunca me he enfrentado a nada parecido", comentó Pávelal portal ruso de noticias 'gazeta.ru' durante la ceremonia de la clausura oficial del proyecto.


El experimento llamado 'Solo en el pasado' duró más de medio año. Debía contestar a la pregunta de qué es lo que sentiría un joven acostumbrado a gozar de todos los beneficios de la civilización urbana moderna si una máquina del tiempo le trasladase a la Rusia Antigua de hace un milenio. La agencia de proyectos históricos, Ratobortsy, construyó una réplica fiel de una casa del siglo X en la región de Sérguiev Posad, en los alrededores de Moscú, y contrató a Pável, un exestudiante de medicina que abandonó la universidad, para que protagonizara el proyecto. La casa constaba de tres partes: la del centro, para vivir, que se calentaba con una estufa de leña y las dos laterales, para el ganado y almacenes de cereales. Frente a la casa se ubicó un enfriadero —un foso de seis metros de profundidad— y una estufa más, para cocinar el pan. En el centro del patio se colocó un pozo de agua de 25 metros de profundidad y una sauna antigua sin chimenea. Las labores de construcción tardaron un año en completarse.

 
 
"Los ratones han llegado casi de inmediato. Tardan unas cuantas horas en excavar sus laberintos por debajo de la casa. Perdí la guerra contra los ratones. Luego vinieron las ratas y exterminaron a los ratones. Me alegré, pero poco después me di cuenta de que perdí la guerra contra las ratas. No es posible luchar contra ellas de ningún modo. Lo acepté. Descubrí que convivir con las ratas no es tan difícil: no molestan mucho. Si cuelgas la comida en el techo, no te hacen daño. Me acostumbré a sus ruidos y gruñidos de noche y ellas nunca se atrevieron a atacarme. Cuando venía la gata, ni siquiera salían a la superficie y corrían solo por debajo del suelo", cuenta el joven.

El lugar exacto del experimento se mantuvo en secreto durante todo este tiempo. Pável no tuvo acceso ni al teléfono, ni a Internet, ni a libros. Lo único que tenía era una cámara con la cual debía grabar un video blog y un cuaderno para tomar notas. Una vez al mes le visitaba un grupo de expertos, compuesto por un médico, un sicólogo y voluntarios involucrados en el proyecto, para verificar el estado de este particular 'Robinson Crusoe' ruso y colgar sus informes en la Red.
 
 

 
"Sin una iluminación suficiente en la casa, y con las condiciones de vida del siglo X, el invierno ruso era un tiempo completamente inútil en todos los sentidos. Creo que la gente simplemente lo sobrevivía esperando hasta que se acabara. Las horas de luz solar son muy pocas, es muy incómodo trabajar, todo es muy húmedo, siempre hace frío. Dentro de la casa no puedes hacer nada: falta luz. Al principio me despertaba muy temprano, mucho antes del amanecer y me dormía muy tarde. Estar en la casa en una oscuridad completa durante unas seis horas cada día sin tener la posibilidad de hacer nada es poco alegre. Con el tiempo, empecé a dormir más y más. Finalmente, durante los días más oscuros. Dormía hasta 13 o 14 horas diarias, el doble de mi norma habitual", confiesa el joven.
 

Pável obtenía el fuego chocando eslabón y pedernal, cuidaba gallinas, ordeñaba cabras, elaboraba la ropa del pellejo de las ovejas, que usaba también como mantas. Cocinaba y calentaba la casa cortando leña para una estufa y aprendió a determinar la hora según la situación del sol. Según el joven el único detalle que diferenciaba su modo de vida del de sus antepasados era la imposibilidad de cazar: los alrededores de Moscú no son un lugar donde haya mucha fauna. Pero confiesa que su desafío principal era la soledad. "Uno no se puede acostumbrar a eso. El ser humano es demasiado social. Hay dos opciones, o sufrirlo o volverse loco", puntualiza.  
 

 
El experimento sicológico no fue el único fin del proyecto. Los organizadores querían, además, comprobar en la práctica los datos que deducen los historiadores y los arqueólogos sobre la época. "Hubo muchos descubrimientos menores", insistió Pável y puso como ejemplo sus botas de piel. "Nuestros ancestros las usaban para caminar en los campos. Durante este medio año las reparé dos veces. En un clima tan húmedo, un par de zapatos del siglo X sobrevive durante dos meses si utilizas tres pares a la vez. Si utilizas un par, se descompone mucho más rápidamente. Creo que anteriormente los historiadores no lo sabían", puntualizo, aunque sin tener en cuenta el hecho de que hace 1.000 años el clima en el planeta (y en el territorio ruso también) era bastante diferente. Resumiendo su experiencia, el exestudiante insistió en que todavía no quiere marcharse de su casa antigua y de momento seguirá viviendo en ella algún tiempo.
 

Para ver más imágenes de la vida de Pável Sapózhnikoven una Rusia del siglo X, haga clic aquí.
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